Nada nos detuvo. Ni el carácter amistoso del torneo, ni la supuesta ausencia de motivos para hacernos presentes. En teoría -y digo en teoría porque son tesis que defienden otros- no habría incentivo para pagar doble vez una boleta del mismo valor que la del torneo profesional (la más costosa del país, por lo demás), “solo” para ver a un equipo con una cara nueva –el Pato Galaz no estaba disponible, mientras Martín García y Luis Asprilla son viejos conocidos-, que supuestamente, y aún a pesar de conservar casi la totalidad de la nómina con la que terminó tercero en la Copa Sudamericana, no puede aspirar a nada.El terrorismo mediático ya no parece un impedimento. Ese que con cinismo minimiza incluso nuestras goleadas –que la altura, que la falta de cohesión del rival y similares… es de no creer- aunque acabe de elogiar las derrotas ajenas. Ese que eleva a la categoría de criminal de guerra a cualquiera de nuestros hinchas, pero que cuando verdaderos criminales con camisetas de otros colores hacen de las suyas lo omite con toda complicidad. Es que ya aprendimos a convivir con eso, por lo menos la mayoría.
60.000 hinchas azules que se hicieron presentes en un simple torneo de pretemporada –porque era eso, un asunto preparatorio y de laboratorio, como los que se han jugado en Sogamoso, en Villavicencio, en Popayán, en Argentina-, en menos de 72 horas, lo dicen todo… ¡cuánta falta nos hacía Millonarios!

No hay nada más lindo que volver a respirar el ambiente de tribuna, con la diversidad de rostros y edades confluyendo en un solo sentir, cantando al unísono. El colorido de la Lateral y la tradición de las plateas, y cada personaje adentro de ellas. Es un rito condenado a repetirse ineludiblemente por encima de toda circunstancia.
Una sencilla y definitiva diferencia: no hay mayor motivación para el hincha de Millos que simplemente ver a Millos. No hay nada más lindo que ser azul.
Un saludo millonario… ¡Solo existe un Grande!
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