lunes, 28 de enero de 2008

¡Volvió la alegría!

Es inconsecuente pensar que todavía alguien dude de la grandeza de la hinchada azul. En menos de 72 horas, sin mayores incentivos, 60.000 hinchas embajadores se volcaron al Campín para un simple torneo de pretemporada. Volvieron los cantos, la fiesta, el colorido, la pasión. Volvió Millos, volvió la alegría.

Nada nos detuvo. Ni el carácter amistoso del torneo, ni la supuesta ausencia de motivos para hacernos presentes. En teoría -y digo en teoría porque son tesis que defienden otros- no habría incentivo para pagar doble vez una boleta del mismo valor que la del torneo profesional (la más costosa del país, por lo demás), “solo” para ver a un equipo con una cara nueva –el Pato Galaz no estaba disponible, mientras Martín García y Luis Asprilla son viejos conocidos-, que supuestamente, y aún a pesar de conservar casi la totalidad de la nómina con la que terminó tercero en la Copa Sudamericana, no puede aspirar a nada.

El terrorismo mediático ya no parece un impedimento. Ese que con cinismo minimiza incluso nuestras goleadas –que la altura, que la falta de cohesión del rival y similares… es de no creer- aunque acabe de elogiar las derrotas ajenas. Ese que eleva a la categoría de criminal de guerra a cualquiera de nuestros hinchas, pero que cuando verdaderos criminales con camisetas de otros colores hacen de las suyas lo omite con toda complicidad. Es que ya aprendimos a convivir con eso, por lo menos la mayoría.


60.000 hinchas azules que se hicieron presentes en un simple torneo de pretemporada –porque era eso, un asunto preparatorio y de laboratorio, como los que se han jugado en Sogamoso, en Villavicencio, en Popayán, en Argentina-, en menos de 72 horas, lo dicen todo… ¡cuánta falta nos hacía Millonarios!

Aún después de 20 años de frustraciones y decepciones, qué sentimiento incontenible, inexplicable, es el azul. Es inconsecuente que todavía alguien ponga en tela de juicio la inigualable grandeza de su hinchada, lo que representa y ha representado desde la misma gestación de nuestro fútbol.

No hay nada más lindo que volver a respirar el ambiente de tribuna, con la diversidad de rostros y edades confluyendo en un solo sentir, cantando al unísono. El colorido de la Lateral y la tradición de las plateas, y cada personaje adentro de ellas. Es un rito condenado a repetirse ineludiblemente por encima de toda circunstancia.

Una sencilla y definitiva diferencia: no hay mayor motivación para el hincha de Millos que simplemente ver a Millos. No hay nada más lindo que ser azul.

Un saludo millonario… ¡Solo existe un Grande!

Contacto y Material: endorfinazul@gmail.com
MSN Messenger: millosdemivida@hotmail.com

La nota fea

Decenas de hinchas azules que pagaron por asistir a Occidental 2do Piso fueron obligados a ubicarse en el primer piso (cuyo valor es menor, en la medida que tiene menor visibilidad). ¿La razón? Ninguna válida, realmente. Cuando ya la mitad del costado sur de Occidental era azul –la mitad norte, atiborrada, ya lo era completamente-, las autoridades decidieron impedir el acceso de más hinchas embajadores a costa de un puñado de hinchas visitantes, en una tribuna que no exige ese tipo de distinciones (y aún si fuera el caso, la prioridad siempre será del local).

Falta coherencia por parte de los organismos encargados. Un absoluto sinsentido y abuso contra algunos de ellos que, aparte de todo, recibieron mal trato por exigir lo obvio.

Un saludo azul… ¡Vamos que somos Millos!

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domingo, 27 de enero de 2008

¡Por la Libertad!

“Ohhhh, a los secuestrados… ¡los queremos liberados!”. El clamor de la curva norte de El Campín retumbó con su habitual fuerza y, sin embargo, en esta ocasión no solo resultó estremecedor en cuanto a su intensidad, sino como el recordatorio de un motivo adicional que nos unió bajo el mismo color. Quizá esa demostración espontánea de la tribuna más popular haya sido el momento más emotivo de la noche, aún por encima del homenaje en sí mismo o de la goleada que Millos le propinó a Huracán.

En parte, se equivocaba el editor deportivo que después de las conmovedoras pruebas de supervivencia, en las que los cautivos señalaban lo importante que resultaban para ellos las transmisiones de los partidos, recordaba la relevancia de los periodistas y sus responsabilidades. El medio es tan solo el canal. A los –lamentablemente- centenares de secuestrados, lo que verdaderamente los reconfortó -unió pasiones y hasta colores- fue el fútbol, sus equipos y, en el caso concreto, Millonarios.

Así fue para el coronel Luis Mendieta, el cabo Julio Buitrago y el ex gobernador del Meta, Alan Jara, secuestrados por la guerrilla. Hinchas que como nosotros respiraron innumerables tardes de Campín, de sueños e ilusiones, en la libertad, y que aún en tan indescriptible circunstancia siguen aferrados a gambetas, goles, alegrías, tristezas y todo lo que el equipo de sus amores pueda ofrecerles para superar con dignidad el absurdo horror en que se vieron subsumidos.

Quizá, en medio de tan doloroso llamado, la gratitud de sus familias y las varias camisetas blancas con el tricolor nacional y el escudo embajador que se vieron en las tribunas nos recordaron que Millonarios, en su grandeza, arropa a una multitudinaria familia, diversa, con necesidades y problemas que en este caso, dada su magnitud, requieren del club un gesto. Dar y recibir.

Ojalá esa relación recíproca, muchas otras veces intangible, también nos recuerde a todos, hinchas, jugadores y directivos, que lo más importante no son siempre las victorias dominicales o lo efímero de los títulos, sino lo que Millonarios ha representado en algunos de los momentos más significativos -buenos y malos- de nuestras vidas. Radica ahí su verdadera e incuantificable grandeza. Y lo que es ser hincha.

Motivo de orgullo es que el azul sea ejemplo, en medio de sus posibilidades, para homenajear y regalarle una alegría a sus hinchas cautivos, pero se queda corto, muy corto, ante la dimensión del problema. Millonarios, como la institución deportiva más importante de Colombia y la representación de millones de colombianos durante generaciones, también es permeado constantemente por la realidad patria y, como tal, debe atender a ello.

Sin embargo, el esfuerzo no puede quedar en un homenaje memorable y una goleada quizá anecdótica para la historia, pero que puede haber gozado de valor superlativo en algún punto recóndito de la geografía nacional, donde para algunos de los nuestros, más que la repetición del bello gol en la memoria o el análisis a veces testarudo del cronista, se convirtió en un motivo más para no desfallecer y continuar luchando, seguir viviendo.

Este es un recordatorio elocuente del valor que pueden tener nuestras acciones, como institución, como equipo y como hinchada. No lo podemos olvidar. Tampoco nos podemos detener aquí. Como lo expresó aquella pancarta visible desde todo el estadio: Millos y el Campín los esperan.


Un saludo azul… ¡Vamos que somos Millos!

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sábado, 26 de enero de 2008

De facto

Por razones de salud ya resueltas y las obligadas "vacaciones deportivas" de final de año, este blog no fue actualizado como debería durante un tiempo significativo. A partir de hoy, exactamente tres meses después de la última entrada, EndorfinAzul vuelve para convertirse y consolidarse como un espacio de expresión, opinión, reflexión y construcción de la hinchada embajadora.

Un saludo millonario… ¡Solo existe un Grande!

Contacto y Material: endorfinazul@gmail.com